viernes, marzo 29, 2024

Para enseñar y aprender, se requiere conocer y comprender qué es el aprendizaje y cómo aprende el cerebro.

Por Laura Águila Franco                                                           

@laura_aguila

Técnicamente las neurociencias se definen como el conjunto de disciplinas científicas que estudian el sistema nervioso, compuesto por el cerebro, la médula espinal y las redes de células nerviosas sensitivas o motoras, llamadas neuronas, con la finalidad de acercarse a la comprensión de los mecanismos que regulan el control de las reacciones nerviosas y del comportamiento de cerebro, ayudando a comprender cómo influyen las emociones en el proceso de enseñanza-aprendizaje.

En los años recientes, se ha impulsado el transformar esa idea reduccionista que consideraba la enseñanza-aprendizaje como la acción de transmisión-recepción de conocimientos, a una más integradora que contempla que la enseñanza y el aprendizaje se desarrollan en diferentes ámbitos: escuela, casa, empresa, etc., y que va más allá de transmitir y recibir conocimientos, abarca el desarrollo de procesos mentales de diversa índole, así como las adquisición de valores y el desarrollo de hábitos, por lo que para enseñar y aprender se requiere conocer y comprender qué es el aprendizaje y cómo aprende el cerebro, qué estructuras intervienen en el proceso, cuáles son sus funciones, qué se necesita para un adecuado funcionamiento, cómo es su interacción y desde luego la forma en cómo se activan y estimulan, esto lleva a que los profesionales de la educación asimilen que la enseñanza-aprendizaje sea compatible con las funciones cerebrales, para de este modo poder brindar a cada alumno la atención que requiere con base en sus necesidades y formas de aprender, y de este modo estar más cerca de alcanzar los objetivos de una educación de calidad.

De este modo, la Neurociencia aplicada en la educación parte del principio fundamental de que el cerebro humano se encuentra diseñado en su estructura, para tener un aprendizaje continuo a lo largo de la vida, soportado por la plasticidad cerebral y la continua conectividad sináptica que se convierten en los engranajes para este proceso, resaltando que la plasticidad cerebral tiene mayor potencial en la infancia que en la adultez, razón por la cual se observa en los niños y adolescentes mayor capacidad y habilidad para generar nuevos aprendizajes.

Si bien la Neurociencia aplicada a la educación impulsa el conocimiento de cómo funciona el cerebro y la participación de los procesos neurobiológicos en el aprendizaje, cooperando para que este sea más eficaz y óptimo, también subraya los agentes que inciden en el adecuado funcionamiento del mismo: nutrición, descanso, actividad física, atención, memoria, emociones, motivación, ambiente áulico, y la interacción social. Por lo que lo esencial para los docentes al introducirse en la Neurociencia, es entenderla como la forma más clara y amplia de conocer cómo es el cerebro humano, cómo aprende, cómo procesa la información, para que sea el punto de partida que le ayude a enriquecer sus experiencias de aprendizaje en el aula (presencial, virtual o híbrida), comprendiendo cuáles son las dificultades de aprendizaje de sus alumnos y cómo brindar respuestas asertivas de acuerdo al contexto educativo.

En el aprendizaje participan un gran número de procesos, entre los que se encuentran como los más relevantes la motivación, las emociones, la atención, la concentración  y la memoria, todos ellos procesos neurales. A través de las neurociencias se han transformados algunos antiguos conceptos, como aquel que establecía que “existían periodos sensibles o críticos del desarrollo y por lo tanto, del aprendizaje”, ahora conocemos que la plasticidad neuronal permite el aprendizaje durante toda la vida, otra idea que se manejó por mucho tiempo eran las diferencias funcionales localizadas en ambos hemisferios cerebrales, ubicando al hemisferio izquierdo como matemático y lingüístico, y al derecho como artístico, actualmente hemos aprendido que no existe una “especialidad funcional” que signifique la actividad de una zona específica para los procesos cognitivos, lo que se sabe que hay una participación activa de ambos hemisferios para realizar diferentes tareas.

Lo que hay que tener presente es que los ambientes tienen injerencia en las funciones cerebrales durante toda la vida, aprendiendo y modificándose a lo largo de la misma. Ahora bien, cabe aclarar que la neurociencia educativa debe entenderse como una “solución en educación”, ni como una metodología, mucho menos como una fórmula mágica para resolver los profundos problemas en el campo de la educación, las neurociencias hace posible que se entienda un poco más enriquecer los procesos de aprendizaje, descifrar por qué alginas acciones pedagógicas son exitosas y otras no.

Las neurociencia coadyuvan a conocer y entender  cómo madura el cerebro en los diferentes grupos de edad, para diseñar técnicas de enseñanza – aprendizaje que sean más prácticos y exitosos.

Partiendo de que niños, adolescentes y adultos tienen distintas formas de aprender, las metodologías tampoco deben ser las mismas, en cada grupo de edad las necesidades deben ser entendidas, valoradas y consideradas en el momento de diseñar programas académicos.

El educador británico Ken Robinson (fallecido en agosto de 2020), considerado mundialmente como experto en educación, argumentó que “muchos de los errores del sistema educativo actual, se basan en el hecho de mantener el diseño educativo de la Revolución Industrial, en donde lo que se buscada eran trabajadores encargados de repetir una y otra vez el mismo patrón. El objetivo ha cambiado y la escuela también debe hacerlo”.

Con base en ello, el cambio en las aulas ya se inició, y en tiempo de pandemia un gran número de profesores se enfrentaron a trabajar para implementar los reajustes, en la mayoría de los casos aprendiendo en el camino a través del ensayo y error, este cambio debe continuar, recordando que “el cerebro es el órgano del pensamiento, de donde surgen y donde se gestionan todas las capacidades mentales y cognitivas, entre las que se incluye la capacidad de aprendizaje” (David Bueno, 2020).

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