miércoles, abril 17, 2024

Desde el enfoque de la educación basada en competencias, la evaluación se constituye como la fase reflexiva dentro del proceso de enseñanza/aprendizaje.

Por Laura Águila Franco                                                           

@laura_aguila

Una de las grandes controversias en el ámbito educativo es señalar y comprender cabalmente dos importantes conceptos: evaluar y calificar. Dejar en claro que NO son sinónimos, y tampoco debe caerse en la reducción de encasillarlos como “notas, examen, prueba, etc., ya que la confusión en los términos da pauta a que los procesos evaluativo-formativos se vean sustituidos por meras prácticas  calificativas.

En palabras del psicólogo e investigador español Juan Fernández Sierra y de Juan Manuel Álvarez Méndez, profesor de Didáctica en la Facultad de Educación en la Universidad Complutense de Madrid,  establecen que “al final lo que cuenta es la evaluación sumativa y acreditadora. Sólo cuenta, sólo queda, sólo interesa realmente, la nota. Cuando todos los objetivos, instrumentos, técnicas y procesos evaluativos van dirigidos de una forma casi exclusiva hacia la calificación, algo muy grave está sucediendo en el sistema educativo y con los principales protagonistas del mismo: alumnos y profesores”.

La Real Academia de la Lengua Española (RAE), indica que evaluar es estimar los conocimientos, aptitudes y rendimiento de los alumnos; mientras que calificar es juzgar el grado de suficiencia o la insuficiencia de los conocimientos demostrados por un alumno en un examen o ejercicio.

De este modo, cabe resaltar que es indispensable comprender que la evaluación es parte intrínseca del proceso de enseñanza aprendizaje, implica un trabajo sistemático y planificado, que conlleva reunir información de cada educando a través de diferentes estrategias, técnicas e instrumentos, mismos que facultaran al docente para valorar en qué medida cada estudiante ha consolidado o no, los aprendizajes esperados, considerando que la finalidad de evaluar es identificar los progresos así como los obstáculos de cada estudiante, para poder tomar decisiones con la intención  de consolidar sus fortalezas y apoyar en la superación de sus dificultades, por lo que la evaluación es considerada como una valiosa oportunidad para aprender y también de mejorar los métodos de enseñanza.

Desde el enfoque de la educación basada en competencias, la evaluación se constituye como la fase reflexiva dentro del proceso de enseñanza/aprendizaje,  más que a la asignación de una nota o número a los resultados del alumno, como lo señala César Coll, catedrático emérito de Psicología Evolutiva y de la Educación, de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, profundizando en que es formativa ya que aporta al docente valiosos indicadores de la evolución del aprendizaje de cada estudiante, con la importante posibilidad de diseñar y utilizar estrategias positivas que permitan al alumno avanzar, en las áreas donde haga falta.

Ahora bien, calificar en al ámbito educativo, representa la síntesis del proceso de evaluación, y que viene a representarse a través de un valor numérico o un nivel de logro de los aprendizajes adquiridos por los educandos, generalmente se aplica al final de una sucesión de actividades académicas buscando expresar los resultados obtenidos, a través de notas cuantitativas y/o cualitativas que midan el rendimiento escolar de los escolares. El asignar un puntaje o calificación a un estudiante, también aporta información muy útil, ya que cuando un estudiante obtiene una “calificación baja” hay que indagar lo que está ocurriendo, tal vez el andamiaje utilizado en el proceso no fue el conveniente o apto para ese alumno (a) en particular, tal vez no le fue brindado el soporte necesario en el momento adecuado, los objetivos y metas representaron retos muy elevados o por el contrario, con un grado de dificultad bajo,con relación a sus conocimientos previos, etc.

Como puede visualizarse, lo más enriquecedor es realizar una compaginación entre ambos elementos, resaltando que NO existe calificación sin evaluación, que la evaluación debe ser utilizada para avalar el proceso de aprendizaje de las y los estudiantes, a través de la retroalimentación y enriquecerse a través de la planificación de experiencias pedagógicas que sean motivadoras y emocionantes tanto para los estudiantes como para el docente mismo. A su vez, que la calificación sea el elemento práctico para comunicar el logro de los estudiantes a las comunidades educativas, y fomentar un compromiso cada vez mayor con el desempeño y resultados de sus hijos e hijas.

Los centros educativos, personal directivo y docente tienen la formidable tarea de comprender, ejecutar e informar su colectividad, que evaluar es un proceso permanente, continuo, inseparable del aprendizaje. Que para evaluar se requiere emplear múltiples estrategias, técnicas e instrumentos de medición, porque la finalidad es identificar las fortalezas, avances y áreas de oportunidad de los estudiantes, para bridar facultades a los docentes en la toma de decisiones pertinentes para replantear las estrategias utilizadas y favorecer el aprendizaje en cada uno de los educandos.

La evaluación auténtica fomenta poder brindar retroalimentación formativa en los alumnos, estableciendo así los puentes para crear nuevas oportunidades de aprender y también de perfeccionar la gestión de enseñanza. Enriquece y favorece la reflexión, el diálogo, la interacción y comunicación entre docentes y estudiantes, y lo más importante, permite y facilita un mayor involucramiento activo de los alumnos con su propio proceso de aprendizaje.

A manera de sumario, puede decirse que, la mayor finalidad que tiene la acción de calificar, radica en poder ofrecer información sintetizada a través de un número o frase a los diferentes actores educativos, alumnos, padres de familia y autoridades educativas,  de los resultados de la evaluación. Evidentemente estos resultados deben orientarse para que sean de utilidad en potenciar las competencias y el éxito de los estudiantes, no para ser usados como medio de “etiquetar”, sancionar o controlar a nadie.

Se hace la invitación para erradicar el uso equivalente de los términos evaluación y calificación, ya que como se pudo observar, existen importantes diferencias entre ellos. Evaluar no es la asignación de un número o una nota, sino que es todo un proceso ligado a la enseñanza, que ofrece oportunidades de aprendizaje a través del análisis del desempeño de cada persona. Cuando la evaluación se centra exclusivamente en aplicar una prueba o un examen para después asignar una calificación, se convierte en un acto vacío y pobre. Además los alumnos se sienten presionados y desmotivados, ya que todo el esfuerzo realizado a lo largo del proceso pierde significado y todo se resume al resultado que obtengan al responder una serie de preguntas.

Por su parte cuando la evaluación se implementa como un proceso planificado, permanente y sistemático, se favorece el aprendizaje y la motivación en los estudiantes, además la calificación que resulta de la síntesis de dicho proceso adquiere un sentido más objetivo y responsable.

En estos tiempos de pandemia, y de cara a las nuevas necesidades en el campo educativo, debe prevalecer el hecho de “evaluar para aprender y aprender para evaluar”.

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