viernes, abril 19, 2024

De acuerdo con datos proporcionados por la UNESCO, actualmente los sistemas educativos no están evidenciando la gravedad de la crisis climática.

Por Laura Águila Franco

@laura_aguila

Patrizio Bianchi, ministro italiano de Educación ha expresado que la educación sobre el clima y la sostenibilidad debe integrarse en los planes de estudio para ir más allá del mero concepto de sostenibilidad y regenerar la escuela y todo el planeta.

Sus palabras resuenan porque sabemos que la educación para el desarrollo sostenible proporciona a los estudiantes de todas las edades conciencia de lo que está ocurriendo en su entorno, y desarrolla las competencias, actitudes y valores que se requieren para entender, enfrentar y solventar los desafíos mundiales sobre el cambio climático y que interrelacionan varios ámbitos, como la degradación medioambiental, la pérdida de biodiversidad, la pobreza marginal y las desigualdades en sus diferentes rubros. En la reciente Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2021 (COP26), que se está realizando en Glasgow del 31 de octubre al 12 de noviembre, se está dejado en claro que es inminente tomar decisiones que se encuentres fundamentadas, y realizar acciones tanto individuales como colectivas que conduzcan a cambios sociales sobre el cuidado del planeta, y justamente es a través de la educación la vía más adecuada para lograrlo.

De acuerdo con datos proporcionados por la UNESCO, actualmente los sistemas educativos no están evidenciando la gravedad de la crisis climática, ya que los registros realizados en 100 países ponen de manifiesto que solamente el 53% de los programas educativos contienen algún referente al cambio climático, más NO de manera prioritaria. Así mismo, se observa que menos del 40% de  los docentes encuestados por la propia UNESCO y la Internacional de la Educación (IE), expresaron sentirse seguros o con información suficiente a la hora de abordar y explicar los efectos del cambio climático, y al cuestionarles acerca de los retos que esto significa, el 30% de los encuestados respondieron no estar familiarizados o actualizados con las pedagogías adecuadas para abordar el tema, además de que tampoco consideraron contar con conocimientos y estrategias para abordarlo en clases en línea.

Con base en estos resultados, es que se enfatiza la apremiante necesidad de afianzar la colaboración entre el sector educativo y los responsables de proteger el medio ambiente, para incluir en las mallas curriculares de todos los niveles educativos en todo el mundo, la formación y cultura sobre el cambio climático. A través de la educación se debe generar la vía directa para incubar la conciencia plena, dotando a las futuras generaciones de las habilidades, conocimientos y herramientas necesarios para encarar los efectos y causas del cambio climático.

El ODS 13, que se refiere a “Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos”, da la pauta para que ahora que los países están centrando acciones  para reconstruir sus economía debido a la pandemia por Covid-19, incluyan planes de intervención y recuperación  ambiental, provocando un cambio reflexivo y trascendente hacia una economía más sostenible, que sea funcional y positiva tanto para las personas como para el planeta, por lo que el Secretario General de la Naciones Unidas, António Guterres, planteó una propuesta de seis medidas favorables para el clima, que los gobiernos pueden incluir en sus planes de reconstrucción económica:

  • Transición verde: las inversiones deben acelerar la descarbonización de todos los aspectos de nuestra economía.
  • Empleos verdes y crecimiento sostenible e inclusivo.
  • Economía verde: hacer que las sociedades y los pueblos sean más resilientes mediante una transición justa para todos y que no deje a nadie atrás.
  • Invertir en soluciones sostenibles: los subsidios a los combustibles fósiles deben desaparecer y los contaminadores deben pagar por su contaminación.
  • Afrontar todos los riesgos climáticos.
  • Cooperación: ningún país puede triunfar por sí solo.

Desde luego que todas las devastadoras consecuencias que se están teniendo por el sobrecalentamiento global no impactan de igual forma a todos los países, y por ende tampoco enfrentan los mismos riesgos. La Universidad de Notre Dame realizó un estudio en 182 países, que ha permitido visualizar cómo están posicionados en cuanto a las acciones que realizan para revertir la crisis climática, y entre los que más recursos y esfuerzos desarrollan se encuentran Noruega, Nueva Zelanda, Finlandia, Suiza, Suecia, Austria, Dinamarca, Islandia, Singapur y Alemania en los diez primeros lugares y en ese orden, Estados Unidos ocupa el lugar 19.

En el extremo contrario, es decir, aquellos países que prácticamente no están realizando nada, se encuentran Chad como el peor ubicado, después se encuentran República Centroafricana, Eritrea, Guinea Bisáu, República Democrática del Congo, Sudán, Níger, Afganistán, Somalia, Liberia, como se observa todos son países africanos con ingresos muy bajos.

En el caso de América Latina los resultados son variables, siendo Chile el país puntero ocupando el número 28 de la lista, seguido de Uruguay con el lugar 58 y Costa Rica con la posición 60. En contraposición se localizan Haití en el lugar 168, Venezuela en el 138, y Honduras en el lugar 136, México se ubica en el lugar 68.

Como se observa, el cambio climático es una prioridad de atender por parte de todas los países en el mundo, no habrá tiempo para revertir esta crisis si no se comienza de inmediato.

Comparto aquí las palabras de la Dra. María Neira, Directora de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS “Disminuir la contaminación del aire a los niveles recomendados por la OMS, reduciría en un 80% el número total de muertes por contaminación del aire en el mundo, reduciría drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático. Asimismo, un cambio hacia dietas más nutritivas y basadas en el consumo de hortalizas, podría reducir las emisiones mundiales de manera significativa, garantizar sistemas alimentarios más resilientes y evitar hasta 5,1 millones de muertes relacionadas con la dieta al año para 2050”.

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