viernes, abril 19, 2024

Es la base de la vida terrestre, agente regulador de la atmósfera, purificador del agua, proveedor de alimento y soporte de ciudades.

Por Laura Romero   

Es urgente una gestión sostenible del suelo y la concientización de todos los sectores de la sociedad acerca de su importancia, para que asuman el compromiso de promover y ejecutar acciones coordinadas y transformadoras que lleven a remediar el preocupante deterioro ambiental que enfrentamos.

La UNAM, por medio de la Coordinación de la Investigación Científica (CIC) y el Programa Universitario de Estudios Interdisciplinarios del Suelo (PUEIS), y la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible, se pronunciaron sobre la relevancia del suelo como base de la vida terrestre, agente regulador de la composición de la atmósfera, medio natural de purificación del agua, proveedor de alimentos y soporte para las ciudades, entre otros servicios ecosistémicos que proporciona, y por una gestión adecuada del mismo, que promueva su reconocimiento, recuperación, preservación y gobernanza.

William Henry Lee Alardín, titular de la CIC, explicó que el suelo es una capa muy delgada que sirve de interfase entre la atmósfera y el subsuelo, fundamental para la vida en el planeta, pero que puede ser muy frágil; “alimenta y nutre a todas las formas de vida, y es indispensable para la biodiversidad”. Empero, su erosión, la desertificación y el cambio climático están muy ligados con su uso.

En el contexto de los Objetivos del Desarrollo Sostenible, la conservación del suelo tiene un papel transversal y es crítico atenderlo de manera integral. “Es un problema multidisciplinario, de investigación básica, de aplicaciones, de generación de política pública y de economía”, externó.

El secretario de Investigación y Desarrollo de la CIC, José Manuel Saniger Blesa, dijo que los equilibrios planetarios que han permitido el surgimiento y la subsistencia de la vida en la Tierra, tal y como la conocemos, están siendo gravemente perturbados, sobre todo por actividades antropogénicas, hasta el extremo de que podríamos estar alcanzando un punto de no retorno en cuanto a la destrucción de ecosistemas y pérdida de biodiversidad, enmarcado en un escenario de cambio climático que genera y a la vez se nutre de esos desequilibrios.

Debemos salir de ese círculo pernicioso y para ello contamos con la gran herramienta de la educación, única capaz de generar ciudadanos comprometidos con la materialización del cambio necesario que nos lleve a condiciones de sustentabilidad ambiental, social y económica. Esta es una tarea de todos, opinó.

PROCESO LENTO

Blanca Prado Pano, coordinadora del PUEIS e investigadora del Instituto de Geología (IGl), recordó que el suelo es el resultado de un lento proceso: un centímetro puede tardar hasta mil años en formarse, y por ello es un recurso natural no renovable. “Alberga a más de 25 por ciento de la biodiversidad del planeta, siendo reserva genética y fuente de productos farmacéuticos”, y elemento esencial en la regulación del clima, por ejemplo.

Ahí se produce 95 por ciento de los alimentos de la humanidad; también es base de toda infraestructura, fuente de fibras, minerales, materiales de construcción, archivo del patrimonio geológico y arqueológico; es un bien social, económico, cultural, político y patrimonial. No obstante, un tercio de los suelos del planeta están degradados, por lo que es urgente hacerlos visibles, apreciar los beneficios que recibimos de ellos y manejarlos de forma sostenible, señaló.

Helena Cotler Ávalos, del Centro de Investigación en Ciencias de Información Geoespacial, recalcó que algunos estudios establecen que en México la degradación supera 50 por ciento del territorio, es decir, que la mitad de los suelos no pueden cumplir con sus funciones.

La erosión, mencionó, ocasiona pérdidas económicas y limita la autosuficiencia y seguridad alimentaria. Además, esta condición del suelo es un claro detonante de migración del campo a la ciudad y regional, con implicaciones como la formación de cinturones de miseria en las periferias de las ciudades. Lo que está ocurriendo, incluyendo fenómenos como incendios y deforestación, nos llevan a un camino que conduce a la desertificación de nuestro territorio. Ese panorama desolador nos llama a visibilizar y valorar a los suelos de manera transversal en políticas y programas, buscando mantener y mejorar su utilidad.

La presidenta de la International Union of Soil Sciences, Laura Bertha Reyes Sánchez, subrayó que ninguno de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible puede ser alcanzado si no ponemos en marcha, de forma seria y contundente, el objetivo número cuatro, que es el que vincula a los 16 restantes: educación y concientización de calidad.

No es posible el cambio de conocimientos, valores y principios que modifiquen el comportamiento de una sociedad, ni construir en ella una cultura de preservación, si no cambiamos metodología, contenidos e intención pedagógica de nuestra enseñanza. La educación es el eslabón y comienzo que puede permitir la edificación de una nueva forma de vivir en y con el planeta. Debemos estar conscientes de que el suelo fértil es un bien común de la humanidad que se debe cuidar y en hacerlo o no, se nos va la vida, alertó.

La integrante del Instituto de Investigaciones Jurídicas, Marisol Anglés Hernández, sostuvo que México debe revertir la regulación fragmentada de la que ha sido objeto el suelo, pues eso ha dado como resultado diversos enfoques de aproximación y, por ende, objetivos de regulación, muchos de ellos contrapuestos.

De continuar con las prácticas actuales, advirtió, complicaremos el desarrollo sustentable del país en el mediano y largo plazos, y con ello la materialización de múltiples derechos humanos que dependen de la calidad y disponibilidad del suelo. La salud de este último y el bienestar humano, están estrechamente vinculados.

Notas Relacionadas