Son innumerables las denuncias en varios municipios del sur del Edomex en donde se atenta contra el patrimonio cultural; el más lamentable sucede en el edificio que por muchos años se conoció como la Casa Grande en Luvianos.
Por Agencia de Prensa Mundial
Pese a denuncias públicas y evidencias notables, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, a través de su delegación estado de México ha sido incapaz de cumplir con su responsabilidad. Por sus actos de negligencia y omisión se han dañado severamente monumentos históricos en el sur del estado de México, donde igualmente sucede saqueo constante de piezas antiguas e incluso arqueológicas, además de la desaparición o intervención de estructuras y edificaciones con siglos de existencia, quedando en la impunidad estos “crímenes contra la cultura e identidad nacional”.
Aún cuando la Ley al respecto es muy clara y en su Articulo 52 señala las consecuencias: “Al que por cualquier medio dañe, altere o destruya un monumento arqueológico, artístico o histórico, se le impondrá prisión de tres a diez años y multa hasta por el valor del daño causado”, este castigo no ha sido aplicado a quienes han destruido, o dañado, través de los años, el valioso patrimonio de la zona sur del estado de México.
Son innumerables las denuncias en varios municipios y en distintas épocas, pero uno de los casos más recientes, y acaso de los más lamentables, se suscitó hace unas semanas en el poblado de Luvianos, donde realizaron una de las intervenciones más severas y graves al edificio que por muchos años se conoció como la Casa Grande, convertido en sede del gobierno local, cuando fue elevado de delegación a municipio, a principios de este siglo, posteriormente se convirtió en Casa de Cultura.
Para entonces la edificación, cuyos basamentos se calcula datan del siglo XVII, había sufrido varias intervenciones, pero ninguna como la reciente donde se aprecian los más absurdos e inútiles trabajos de remodelación que nunca fueron solicitados, mucho menos autorizados por la autoridad competente, en este caso el INAH.
Lamentablemente esta instancia federal, pese a tener como encomienda principal “la vigilancia, conservación y restauración de los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos de la República, así como de los objetos que en ellos se encuentren, ha quedado rebasada e inoperante, con lamentables consecuencias en muchas regiones de la entidad y del país entero; son casos lamentables, a decir de lugareños indignados por lo sucedido en su Casa Grande, máximo símbolo de su identidad, donde se han originado perdidas incalculables y daños irreparables, así como debilitamiento de nuestra identidad nacional, pues a decir de especialistas, estas perdidas “debilitan la fortaleza en nuestro futuro como Nación”.
Para muchos parece una exageración, para otros es tema de poca importancia, pero no se puede concebir esta ignorancia en autoridades municipales, quienes debieran tener como obligación conocer todo lo relativo a la identificación, conservación y custodia de estos bienes, pues aún cuando no estén catalogados, ninguna comunidad está exenta de hallar eventualmente, alguna pieza o bien arqueológico o histórico, ya sea construcción, vestigios, cuadros, utensilios, etc.
El tema va más allá del asunto material, pues según el artículo 3 de la Ley General de la Cultura y Derechos Culturales: “se reconoce el patrimonio cultural como un derecho humano: como una clave de nuestro desarrollo personal y colectivo”. luego entonces, todo gobierno, por pequeña que sea su demarcación tiene: “obligación de crear un inventario de las expresiones y manifestaciones propias del patrimonio cultural inmaterial declarado y deberá asegurar su fomento, salvaguarda y difusión”. Esta obligación, lamentablemente no es tema para los gobiernos municipales, mucho menos los que están apartados de la capital, como sucede en el sur del estado, donde la presencia de líderes insurgentes hace dos siglos o revolucionarios en el siglo pasado, permitirían tener un acervo bien identificado y resguardado.
No obstante, es uno de los rubros al que menos atención disponen. Ya no digamos recursos, provocando un olvido histórico e injusto en muchas poblaciones, y la pérdida irreparable del patrimonio y la memoria histórica, como sucedió en Tejupilco con la casa de los ancestros de Miguel Hidalgo, el padre de la Patria, cuyos padres y abuelos vivieron en esta localidad; misma población donde muchos años después fuera encarcelada la “Madre de la Patria”, Leona Vicario, quien parió y bautizo a su hija Genoveva en la comunidad de Acamuchitlán, cuya capilla también fue intervenida hace unos meses, sin ninguna autorización ni supervisión del INAH.
Tampoco hay un indicio que revele y preserve el sitio donde Leona Vicario estuvo presa en la casa actual sede del gobierno municipal, edificación igualmente modificada a través de los años, con obras poco afortunadas, dañando mucho de su valor original; apenas se pueden apreciar unas pequeñas placas en la fachada, colocadas a iniciativa propia y tras muchos obstáculos por Rodolfo Sinaí, quien fuera notable cronista municipal de Tejupilco e investigador del pasado histórico de la región calentana, quien descubre la fe de bautizo de Genoveva Quinta Vicario en la parroquia de Cañadas.
Rodolfo Sinaí, como responsable y apasionado cronista trato por diversos medios de resaltar los hallazgos históricos de la región, para darles el sitio y la importancia merecida, pero los gobiernos municipales han sido totalmente indiferentes, quedándose sus hallazgos en meras crónicas publicadas generosamente en sus redes sociales, conformando de esta manera un valiosísimo acervo que debería estar plasmado en libros para documentar y preservar ese pasado gloriosos de los pueblos del sur mexiquense.
Lamentablemente los gobiernos en general se han portado, como autoridades totalmente “iconoclastas”, aun por ignorancia, pues según define el Dr. Rodrigo Díaz Cruz, este es un modo de protesta, por la destrucción o intervención de símbolos, imágenes o monumentos con un fin, ya sea social o político; aquí por supuesto podemos agregar muchos otros factores, tal es el caso en Luvianos donde las suspicacias abundan, y ante los daños irreversibles, pero sobre todo la tardía reacción de las autoridades del INAH, nos colocan ante uno de los más devastadores casos de daño al patrimonio histórico del país entero.
Igual ha sucedido en muchas otras construcciones, capillas y casas antiguas de la región, pero lo más que ha realizado la ineficiente delegación del INAH en el estado de México es emitir algunos exhortos, u oficios, como hace unos meses cuando respondió a publicaciones en redes sociales sobre supuestos hallazgos arqueológicos en el paraje Homixi, también llamado Pedro Negro, ubicado en la zona montañosa de Santa María Atarasquillo, municipio de Lerma.
En ese comunicado, poco difundido, (dudamos mucho que haya llegado a los interesados), la Secretaría de Cultura, el INAH y el Centro INAH Estado de México informaron que “el conocimiento, protección y conservación del patrimonio cultural es una responsabilidad de todos, así como el colaborar en estrategias para la salvaguarda de los bienes paleontológicos, arqueológicos e históricos de la nación”.
De tal manera, agregan en ese comunicado: “invitamos a todas y a todos los mexicanos a sumarse a la campaña #MiPatrimonioNoSeVende, que impulsa el Gobierno de México y sus instituciones culturales y que tiene entre sus objetivos fundamentales el combate al saqueo y el tráfico ilícito de bienes culturales, así como la recuperación y repatriación de aquellos bienes patrimoniales que se encuentran fuera de nuestras fronteras de manera ilegal”.
A esta situación, que ya preocupa en demasía a los estudiosos y a los ciudadanos preocupados por la conservación de los bienes ciudadanos, se agregan males mayores con las zonas arqueológicas y monumentos del Edomex, muchos de los cuales están desprotegidos o en riesgo de colapso por falta de mantenimiento, esto puede observarse en zonas arqueológicas de Acozac y Valle de Bravo, así como en la Casa de Morelos, en el municipio de Ecatepec, ni que decir de los basamentos en la zona de Nanchititla, totalmente olvidados y desprotegidos.
Así vemos, como nadie se salva, ni por estar en zona rural alejados de la capital estatal, o en áreas urbanas cercanos a la capital del país, los daños son cuantiosos, las perdidas irreparables y la ignorancia de las autoridades locales supina y garrafal, aún cuando existen canales institucionales, múltiples reglamentos, leyes de protección patrimonial para evitar cualquier conducta no autorizada por el INAH, lo cual de ocurrir, constituye un delito que debe pagarse con prisión; pero adolecen también de total sentido común, pues aunque ignoren todo lo anterior, cualquiera sabe, por elemental lógica que todo lo antiguo merece un trato especial.
Pero la calamidad llegó una vez más a Luvianos, justamente ahora con graves e irreparables daños a su patrimonio cultural, intervenido en diversas ocasiones, en este caso la famosa Casa Grande, perjudicada en su estilo original en varias ocasiones, agregándole a través de los años estructuras de metal, abriéndose huecos sobre los enormes muros, adaptando sin ninguna autorización los muros para colocar cajeros automáticos sin supervisión de especialistas, mucho menos una solicitud previa, ni contar con la autorización correspondiente para realizar las remodelaciones, como la realizada en la gestión del alcalde Aníbal Martínez, quien construyó en la parte frontal unos pilares que revistió de cantera, junto con toda la plaza, algo totalmente ajeno a la imagen típica de la vetusta construcción, que en tal caso no procedería por el tipo arquitectónico. Ante tal atrocidad el INAH solo envió un oficio pidiendo a la autoridad municipal detener las obras.
Y para darse una idea del enorme perjuicio, incuantificable según especialistas, esta era la Casa Grande de la Hacienda de San Martín Luvianos desde 1611, fundada por don Juan de Coria y Luviano; todo el centro era la Casa Grande, incluida la iglesia, la capilla, la plaza, varias construcciones, ese conjunto fue la hacienda, con el kiosco, el jardín, la seiba, y aun cuando no figure en un catálogo, por la antigüedad ya es monumento histórico porque la ley así lo dictamina y por ende lo protege.
Esa hacienda, lo que quedaba de ella, forma parte del origen histórico de Luvianos, la legendaria Hacienda de San Martín, que la gente distinguía de la otra hacienda señalándola como San Martín de los Luvianos; pero al paso de los años solo quedo la palabra, en este caso el apellido Luvianos, lamentablemente se desconoce aún mucho del pasado y la historia de este gran pueblo; la ignorancia de ciudadanos y sobre todo gobernantes han llevado a la destrucción de la identidad, en este caso del sitio donde vivieron con grandes lujos los hacendados, primero la Familia De Coria y Luviano desde 1611, después la Familia De la Cueva y Navarro, en el siglo XIX, según nos informa el estudioso Rodolfo Sinaí, quien fue notable cronista de la región, y revela como el primer alcalde de Tejupilco independiente, a Rafael de la Cueva y Navarro, quien nació y vivió en la Casa Grande.
Después, a finales del siglo XIX pasó a la familia Galopín, españoles acaudalados a quienes les expropiaron miles de hectáreas en 1936, por el gobierno de Lázaro Cárdenas, convirtiéndose así Luis de Galopín en el último gran hacendado, quien tenía las paredes de esa casa tapizadas de seda y varias habitaciones con muchos lujos, porque en esa región, (asegura el cronista nato de la región calentana), no había pobreza, quien lo considere así, está en un error, afirma; pues existían muchos ranchos con bastante ganado, muchos más eran agricultores y cada propiedad era autosuficiente, sumado a que toda la zona estaba habitada por gente trabajadora, con crianza abundante de burros, mulas, caballos, gallinas, en grandes porciones de tierra; en esa apoca circulaba mucho dinero, por que siempre ha sido tierra muy fértil, pródiga!; había bastante comercio de sus productos, dispuestos en el tradicional tianguis de los martes que existe desde hace más de cinco siglos.
En este tianguis se practicaba el trueque y se vendían en abundancia quesos, velas y cirios de cebo, de cera, miel, azúcar, frijol maíz, cacao, café, frutas, huevo, gallinas, pavos, chivos, puercos, cueros, no había pobres, porque en esta región siempre ha sido floreciente el comercio y los arrieros que iban de plaza en plaza, quienes tenían mucho comercio con Zacazonapan, Zitácuaro, Tuzantla, toda la región calentana,
Lamentablemente, la ignorancia o la avaricia, o muchos más factores combinados provocaron la peor destrucción de la raíz cultural y de origen del pueblo de Luvianos, más allá de las reminiscencias de la cultura que reinaba en la zona mucho antes de la llegada de los conquistadores, que ha dejado también en la región basamentos y vestigios arqueológicos, provocando desde hace décadas un saqueo indiscriminado, fomentado por la conocida mafia que encubre el INAH desde siempre, monopolizando la información y permitiendo, por omisión o complicidad, la pérdida irreparable de bienes, pese a denuncias públicas muy conocidas.
Cabe destacar, la Casa Grande sufrió remodelaciones anteriores, pero esta ocasión ha sido muy agresiva y sin orientación profesional alguna; anteriormente hubo daños, pero nada tan significativo como esta ocasión, violándose toda disposición y reglamento marcado por la Ley sobre Monumentos Históricos, pero por desgracia no son pocos los casos donde por negligencia el INAH a puesto en riesgo nuestra riqueza cultural, apenas en junio de este año, “trabajadores sindicalizados del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) denunciaron, que tras 28 años de no recibir mantenimiento, están por colapsar zonas arqueológicas”, así lo dio a conocer el periodista Eulalio Victoria en un reportaje para el Financiero, con un llamado al Presidente Andrés Manuel López Obrador “para que voltee a ver este problema”, y designe presupuesto adicional a este rubro para mejorar las condiciones en las que se encuentran las 15 zonas arqueológicas, dos museos, dos exconventos y dos capillas abiertas que son responsabilidad del INAH en el Estado de México.
La nota indica que Juan Manuel Hernández Melchor, secretario general de la Sección Estado de México del Sindicato Nacional Democrático de los Trabajadores de la Secretaría de Cultura (SNDTSC), advirtió sobre algunos de los 21 centros de trabajo, con muros cuarteados que en cualquier momento se pueden derrumbar; informa también sobre la zona arqueológica de Tenayuca, ubicada en el municipio de Tlalnepantla, como una de las más afectadas y que en cualquier momento puede colapsar debido a que los polines y soportes de los túneles están por derrumbarse ante la falta de atención.
El mantenimiento mayor también debe aplicarse en las zonas arqueológicas de Acozac y Valle de Bravo, así como en la Casa de Morelos, en el municipio de Ecatepec, “donde se encuentran cuarteados varios muros” y respecto al mantenimiento menor, Hernández Melchor dijo que “tiene más de siete meses que no se nos otorga a los trabajadores para llevar a cabo tareas diarias como la limpieza, jardinería y barrido, y son los compañeros trabajadores quienes aportan ese recursos para realizar su trabajo”.
Ante esta situación, los sindicalistas propusieron al gobierno federal una mesa de trabajo en la zona arqueológica de Tenayuca, para plantear a corto y largo plazo el presupuesto que pueda asignarse o considerarse para el mantenimiento mayor y menor de las zonas arqueológicas, monumentos históricos y museos a cargo del INAH en el estado de México.
Esta información causa desazón y pesimismo total, pues si las zonas localizadas y bajo resguardo del INAH están en tal abandono, que se puede esperar del resto de construcciones y el patrimonio y riqueza cultural en su conjunto, valores incalculables, cuya preservación y cuidado son “responsabilidad absoluta del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), organismo federal encargado de proteger el patrimonio cultural de México, es decir, nuestra herencia histórica”.
Este organismo, indica en su reseña, fue fundado en 1939, con la misión de proteger, conservar, investigar y difundir el patrimonio paleontológico, arqueológico, antropológico e histórico de la nación, y así fortalecer nuestra identidad cultural y la memoria histórica de nuestro país. Debería funcionar con mayor eficacia con el apoyo de las coordinaciones nacionales, áreas dependientes del INAH encargadas del patrimonio cultural, de acuerdo con temas específicos, para conservación de monumentos, museos y bienes muebles y de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) encargada de normar la conservación y restauración de bienes muebles, es decir, objetos paleontológicos (fósiles), arqueológicos (prehispánicos) e históricos (realizados entre los siglos XVI y XIX); y bienes asociados a los inmuebles, es decir, retablos y acabados arquitectónicos (pintura mural, relieves, estucos).
Existen otras coordinaciones para proteger el patrimonio, están son igualmente ineficaces por lo que puede apreciarse, tal es el caso de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos (CNMH), que se supone debiera conservar, proteger, catalogar, investigar y difundir el patrimonio histórico edificado de la nación, además de la Coordinación Nacional de Asuntos Jurídicos (CNAJ), la cual gestiona convenios, autorización del uso de zonas arqueológicas, el reconocimiento de grupos coadyuvantes, acciones jurídicas como denuncias por robo de arte sacro y asesoría en los servicios públicos que ofrece el INAH.
A resumidas cuentas, entre todas no se hace una, ninguna instancia pudo evitar el grave daño causado al patrimonio histórico de Luvianos y de muchos otros sitios de Tierra Caliente, donde existen aún, pese a los embates y la ignorancia, múltiples riquezas, como el reloj de Tejupilco que trajeron a pie cargando, según lo relata un tejupilquense ilustre, don Beto Sánchez, en unas interesantes crónicas publicadas hace años por el Observatorio del Sur, donde podemos leer como llegó esta enorme maquina en una especie de “camilla”, a instancias, dice, del presidente municipal de entonces Don Atanacio Arce, para celebrar el primer Bicentenario de la Independencia en 1910, reloj que aún funciona, afortunadamente.
Mucho más podemos señalar de las riquezas históricas del sur y su patrimonio en todos los órdenes, y encontrar los testimonios vivos y fehacientes en varios documentos interesantes, como la primer monografía municipal de Luvianos, realizada por la investigadora Graciela Santana Benhumea, quien consigna en su texto, ordenado por el presidente municipal de entonces Francisco Arce Ugarte; varios sitios históricos de Luvianos, donde ella encontró indicios muy claros de la raíz genealógica del Cura Miguel Hidalgo y Costilla, y muchos otros aspectos relevantes de un pasado glorioso para los luvianenses, que, según refirió en aquel entonces, merecían una investigación exhaustiva, pues luego de su travesía por el municipio quedaron muchísimos documentos por revisar.
Derivado de ese trabajo intenso de entrevistas y encuentros con pobladores, con testimonios gráficos de múltiples monumentos históricos, se logró un documento único en su género, una monografía municipal sin precedente, pues ningún otro municipio tiene un texto similar, justo un acercamiento a la historia viva, relatada por sus propios pobladores, por los protagonistas aún vivos que marcan el orgullo de esta municipalidad, donde aún queda mucho por estudiar e investigar, pues por sus condiciones y origen, hay múltiples datos y monumentos que deberían estar en resguardo y con cuidado especial del INAH.
Desgraciadamente la frustración y el coraje se incrementarían, baste saber que hay opciones y caminos para conservar y salvaguardar ese patrimonio que es del pueblo, y nadie como el pueblo podrá protegerlo, para ello, agregamos en este reportaje algunas anotaciones sobre las autoridades competentes, que, aunque no son eficaces, si se les debe exigir que actúen para de alguna manera frenar la devastación y desaparición de los bienes, sobre todo de nuestro patrimonio cultural que es muy frágil.
En tal sentido la participación ciudadana puede ser vital para detectar los problemas a tiempo y el respaldo para actuar lo obtiene cualquiera bajo un marco jurídico, regulado por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos (LFMZAAH) y su Reglamento, con el cual se regulan la protección del patrimonio cultural y estipulan las bases legales para la conformación y participación de organismos coadyuvantes del INAH.
En este caso se pueden conformar para la protección de los bienes, asociaciones civiles, juntas vecinales, uniones de campesinos y otros grupos que pueden ser reconocidos por esta ley como órganos coadyuvantes del INAH para impedir el saqueo arqueológico y sobre todo para preservar el patrimonio cultural de la nación; estas organizaciones deben tener entre sus objetivos, tal como marca el reglamento de la LFMZAAH: Conseguir la autorización y asesoría de los especialistas del INAH, por medio del Trámite INAH 00-008 que debe ser presentado por un arquitecto con cédula profesional. Esta gestión se realiza en la Ventanilla Única de Atención instalada en cada Centro INAH o en la calle Correo Mayor núm. 11, de la Ciudad de México.
Además, debe quedar claro que: “Todos los bienes culturales están protegidos por la Ley Federal sobre Monumentos, y Zonas Arqueológicas, Artísticos e históricos; dañarlos es un delito, sea quien sea el autor material o intelectual de los perjuicios.
Sobre piezas arqueológicas, nadie puede apropiárselos porque pertenecen a la Nación Mexicana y esa propiedad no prescribe con el paso del tiempo. Estos bienes se encuentran protegidos también por la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos.
Pero debe quedar muy claro y saberse que el poseer piezas arqueológicas no es un delito, siempre y cuando estas se registren ante el INAH, tramite gratuito que permite recibir una constancia que acredita a la persona que registró las piezas como custodio legal del bien, sin por ello otorgar su propiedad. Debe anotarse también que buscar piezas arqueológicas por a más amenazado por distintas causas en el mundo, pueden llevar a su total desaparición. desde 1972 la UNESCO aprobó la creación de la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural con el objetivo de promover la identificación, la protección y la preservación DEL patrimonio mundial, cultural y natural considerado especialmente valioso para la humanidad.
Desde noviembre de 2016, 192 Estados han ratificado la Convención que manda asignar recursos tanto materiales, como inmateriales necesarios para esta labor de conservación, rehabilitación y protección. El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) se dedica a la conservación y protección de monumentos, conjuntos y sitios del patrimonio cultural. Es la única organización internacional no gubernamental de este tipo dedicada a promover la teoría, metodología y tecnología aplicada a la conservación, protección y mejora de monumentos y sitios. Así como las técnicas de restauración y al desarrollo de estándares para todas las propiedades del patrimonio cultural inamovible: edificios, ciudades históricas, jardines históricos, paisajes culturales y sitios arqueológicos.
El Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS) se dedica a ayudar a mantener mejor nuestro patrimonio cultural no solo a nivel mundial, sino más importante para apoyar las necesidades de las comunidades locales.